Este es un trastorno de disregulación emocional, por lo que la característica principal es la dificultad para regular las emociones, es decir, calmarlas, gestionarlas y expresarlas adecuadamente, ya que se sienten de una manera tan intensa que imposibilita el pararse a reflexionar y decidir qué hacer con ellas, y normalmente se expresan de una manera explosiva y no acorde a la situación real en la que se producen.
Las personas con este trastorno, por tanto, suelen manifestar grandes problemas en las relaciones ya que tienen dificultades para mantener amistades, parejas e incluso trabajos, y suelen tener relaciones muy intensas e inestables, oscilando entre la idealización y la desvalorización de la otra persona, a veces en breves periodos de tiempo. También se ve alterada la sensación de uno mismo, no sabiendo a veces quienes son e incluso qué les gusta o quieren. Un síntoma muy característico es un sentimiento crónico de vacío y un miedo atroz a la soledad, llegando a hacer esfuerzos frenéticos para evitarla. Suele haber impulsividad y a veces conductas autolesivas, reacciones intensas de ira, irritabilidad, explosividad, e incluso ideación paranoide transitoria.
Gran parte de las personas con este trastorno son personas con una alta sensibilidad, que es un rasgo con el que nacen e implica tener un sistema nervioso hiperactivado sensorial, emocional y cognitivamente, lo que significa que de base perciben más estímulos, procesan más información y sienten más intensamente que las personas no sensibles. Este rasgo no es negativo y trae consigo características muy deseables como la empatía, creatividad, pensamiento profundo...pero solo lo tiene un pequeño porcentaje de la población y estas personas a menudo se han sentido desde niños no entendidos por las personas no sensibles, no vistos e incluso juzgados y criticados por ser demasiado intensos, exagerados, diferentes. Esto genera problemas de autoestima y aún menos capacidad para regular las emociones ya que no son validadas, entendidas y cuidadas por los adultos e iguales, sino rechazadas.
Esto se suma a una historia de trauma relacional que explicaría el hecho de que las relaciones interpersonales sean los mayores disparadores de los miedos y las emociones de malestar en las personas con TLP.
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